El autor indaga desde la luz de un otoño que, al incendiarlo todo, también incendia la memoria. Desde la íntima reflexión emerge el espejismo: la tarde, las ciudades, las personas, la memoria del tiempo y de la tierra.
En Interiores, el mundo interno del autor brota de forma agridulce entre palabras llenas de ternura y de amargura para mostrarnos su complicada sencillez de ver las cosas. Se recorren lugares, experiencias y sueños con un «sonido» melancólico y sugerente.