Description
Allí me abrieron las puertas de la fantasía, aprendí el valor de compartir, que todos somos iguales y que la mente lo es todo. Su dios, el padre/madre Gnenechen, el Viejo que habita en el cielo, aparecía ante mis ojos como una entidad más potente y real que el dios de mis mayores, más lejano y ambiguo. Sus historias hablaban del valor y de la fuerza, pero también del respeto a la naturaleza y de la magia, que forma parte de la vida. Creer en ella me evitó muchos dolores, humillaciones y tristezas. Todavía me las evita.