De repente madrugar no era algo cotidiano. Ni ver a tu amiga del autobús.
Que ir a desayunar con tu madre, ahora es un privilegio.
Lo que considerabas como un derecho, ya no te pertenece.
Ahora la calle no es de nadie. Del silencio, quizás.
Y mientras nosotros nos escondemos, el mundo da las gracias por este respiro.
Quizás nosotros seamos su enfermedad y es momento de cambiar.
Puede que ahora los abrazos sean más fuertes. Que los besos se den con sinceridad. Que el amor se disfrute con todas. Que entendamos que vida solo hay una y que, en ocasiones como estas, tenemos una segunda oportunidad.
Te debes esa cerveza de los domingos. La fiesta de cumpleaños de tu primo. Hay gente que espera ansiosa su boda. Otras, dan gracias por poder quedarse en casa. Aunque incluso, estos últimos, están deseando cruzarse por el ascensor a su vecino, ese del que hace dos meses huían.
Muchos hábitos están cambiando.
Ahora somos más deportistas, cocinillas, manitas.
Y lo de teletrabajar no es tan bonito.
La incertidumbre ha sido la protagonista de esta historia.
Ahora te das cuenta de que antes lo tenías todo. Y como siempre, no lo hemos sabido valorar.
Ojalá despertar mañana y que todo haya sido un sueño.
Llegará el día en que esto, sea un simple recuerdo.