Hubo una vez, un planeta de belleza inusitada al que le llamaron Tierra. Era un lugar perfecto para desarrollar la vida en todas sus expresiones, así que los humanos plantamos nuestra tienda para comenzar a vivirla.
Pudimos ser felices todos juntos, gozando de la paz del paraíso, pero pronto nos erigimos en dioses, en reyes, en amos, tratando de dominar y poseer lo que es el bien común. Despertaron las pasiones y chocaron el bien y el mal al chocar, aunque la avaricia ayudó a este último a ganar muchas batallas.
Y la Tierra, mientras tanto, lloraba su desconsuelo.
Pero de pronto ocurrió lo que nadie se esperaba; apareció un nuevo actor, malvado y destructor, que impuso su equilibrio por la fuerza. Le pusieron Coronavirus de nombre, y aunque nadie lo pudo ver con sus propios ojos, todos supieron de su presencia por el reguero de muerte que dejó a su paso.
Así, los humanos se vieron obligados a estar confinados en sus casas mientras el Coronavirus se hizo rey del mundo y continuó sembrando la muerte y cambiando los esquemas.
Pues nunca hizo distinción entre reyes o mendigos.
Argentina Cueto Fernández es autora de Relatos de Infancia y Otros Cuentos.
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